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Pastoral 25 FEBRERO 2024

Pastoral 25 de Febrero - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira

¡Las Bienaventuranzas! – 3

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” Mateo 5:6 “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”. Amós 8:11 Esta bienaventuranza promete saciedad en un mundo donde muchos están hambrientos y sedientos de justicia tanto en sus almas como en sus relaciones sociales.

Pero, ¿es la justicia del hombre, establecida por las leyes y las costumbres? Cuando nuestra conciencia está embotada en una sociedad que tiende a llamar bueno a lo malo…

No, es una justicia tan importante que es la condición para entrar en el Reino de Dios (Mateo 5:20), y es la máxima prioridad (Mateo 6:33). No es la justicia de los hombres, ni siquiera de los religiosos, ni una justicia construida sobre la estricta observancia de las leyes y las tradiciones. Es la justicia de Dios, vivida y demostrada perfectamente por Jesucristo, el Hijo de Dios que vino a la tierra. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos…” (1 Pedro 3:18). Sobre la base del sacrificio de Cristo, quien murió por nuestros pecados, Dios quiere dar su justicia a todos. Dios es justo al hacer plenamente justos a los que creen en el Señor Jesús (Romanos 3:26). El creyente posee esta justicia, la única justicia que puede satisfacer a Dios.

Entonces, ¿por qué seguimos teniendo hambre y sed de justicia? Porque deseamos conformar nuestra vida cada vez más a la voluntad de Dios, escuchando atentamente su Palabra.

Pronto Cristo establecerá Su Reino, en el cual habitará la justicia (2 Pedro 3:13), y los que tengan hambre y sed de ellas “serán saciados”.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia.

 

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.Mateo 5:7

 

“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia”. Salmo 103:8

Ser misericordioso es mirar al otro, al prójimo, al que sufre o al que me hace sufrir, con la mima mirada de Dios, es decir, con Su bondad. Pero la misericordia no es solo una actitud interior, sino que se traduce en hechos concretos. Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al extranjero, visitar a los presos y a los enfermos… esta es la misericordia en acción. Tampoco olvidemos las obras de misericordia menos visibles: aconsejar a los que dudan, enseñar, exhortar a los que se dejan dominar por el mal, consolar a los que lloran, interceder por todos los hombres…

Lo sorprendente de esta bienaventuranza es la correlación que presenta entre nuestra experiencia y la acción de Dios. Es como si Dios nos tratara de la misma manera que nosotros tratamos a los demás. De hecho, encontramos esta correlación en muchas de las palabras de Jesús. Por ejemplo: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12). Dios quiere que reproduzcamos su carácter, y por eso nos capacita para que actuemos con los demás como Él lo hizo con nosotros. Pero cuidado, ser misericordiosos no nos hace merecedores de la misericordia de Dios ¡Nuestra misericordia es el resultado de la gracia de Dios! El apóstol Pablo solía repetir: “Fui recibido a misericordia” (1 Timoteo 1:13, 16).

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 4:32-5:1).

(Transcrito de La Buena Semilla – 2024, 02 y 09 de marzo)

 

En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.