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Pastoral 11 FEBRERO 2024

Pastoral 11 de Febrero - Ap. Alberto Magno Sales de Oliveira

¡Las Bienaventuranzas!

“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” Mateo 5:1-3 “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. Santiago 4:6 Se llama “bienaventuranzas” a las ocho expresiones con las que Jesús comienza su enseñanza a los discípulos (Mateo 5-7). Son palabras de una riqueza moral insospechada, que van a contra corriente de lo que se hace a nuestro alrededor. Antes de reflexionar sobre su profundo significado, veamos la escena: Jesús estaba sentado en una montaña, junto a sus discípulos, y alrededor se hallaba la multitud.

¿Qué veían las multitudes? Veían a Jesús y a sus discípulos. Hacía poco tiempo ellos eran hombres comunes, pero ahora se habían convertido en discípulos de Jesús. Esto podía ser inquietante, incluso preocupante para ellos. Los discípulos veían a las multitudes, a las que pronto tendrían que predicar el Reino de los Cielos (Mateo 10:7). También veían a Jesús, a quien llegarían a conocer y amar.

La Palabra dice que Jesús, “al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.” (Mateo 9:36). Pero Jesús también veía a sus discípulos: Y alzando los ojos hacia sus discípulos…” (Lucas 6:20).

Toda afirmación de las bienaventuranzas procede de esta mirada amorosa de Jesús. Los discípulos estaban llamados a seguirle con humildad. Habían renunciado a todo; no tenían nada en este mundo. ¿Se sentían vulnerables? No, con Jesús lo tenían todo, y fueron los primeros a los que Jesús quiso llamar “bienaventurados”.

Bienaventurados los pobres en espíritu.

La primera palabra que salió de los labios de Jesús en el sermón del monte fue: “Bienaventurados”.

Jesús nos invita a vivir algo mucho más grande, mucho más fuerte que una pequeña felicidad egoísta, centra en uno mismo y sujeta a las costumbres. El Señor dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu”. Jesús no se refiere a los limitaos intelectualmente. La felicidad que propone está unida a una actitud espiritual que da acceso al Reino de los Cielo.

Los humildes, “los pobres en espíritu”, son animados por una fe que cree lo que Dios dice, como un niño, sin argumentar. Esta humildad de espíritu permite que Dios se revele a su alma (Mateo 11:25). Por tanto, aceptan sin restricciones el juicio que la Palabra de Dios emite sobre el orgullo del hombre natural, y descubren las riquezas del Reino al que ahora pertenecen.

¿Cómo podrían los orgullosos, los que se apoyan en su riqueza y poder material o intelectual, tener parte con los humildes de espíritu? Ellos no conocerán la “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17), cosas que caracterizan el Reino de Dios.

En nuestro mundo dominado por el orgullo, los que viven como “pobres en espíritu” a menudo son incomprendidos, despreciados. Pero son bendecidos, tienen la mejor parte en el Reino de los Cielos. Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. (Proverbios 3:5-6).

(Transcrito de La Buena Semilla – 2024, 03 y 10 de febrero)

 

En el Amor del Señor y en la Lucha por el Reino, Alberto Magno y Gladys de Sales, sus pastores.